old habits die hard

cuando uno es chico raramente está conforme con el nombre que le tocó en suerte. es como una arbitrariedad de la vida, después claro está la opción de cambiarlo, pero uno ya se acostumbró y a lo mejor hasta le gusta. mi mamá, visionaria ella, nos puso a mi hermano y a mi nombres bastante atípicos para la época que hoy son súper comunes y hasta caen en la categoría de lindos: catalina y joaquin. son pocas las catalinas de mi edad, muchas se corresponden con la generación de nenas bian nacidas en los noventa. pero en el 82 no me jodas, te llamabas julieta o mariana o florencia, catalina era de abuela. yo le recriminaba a mi mamá que por qué no me había puesto "romina", no sé de donde lo había sacado pero yo quería llamarme "romina" (y este es el más claro ejemplo de por qué los niños no deberían poder elegir nunca sus nombres). a joaquin, por su parte, le cabía el nombre francisco y se hacía llamar así a veces, secretamente; lo pescamos infraganti en cierta ocasión mientras un amiguito nuevo le gritaba "franciiiiiscooo". el muy hijo de puta tenía doble identidad a los 6. hoy recibí un mail de un tal jay s.
"qué hacés cat? agendate el mail de mi nuevo laburo."
adiviná quién era...